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Cómo el peinado está luchando contra siglos de racismo en Puerto Rico

Cómo el peinado está luchando contra siglos de racismo en Puerto Rico

JUANA DÍAZ, PUERTO RICO — La escena es la misma todos los domingos. «Baja la cabeza, preciosa», dice Flor-Angel Guilbe Stevens, con las manos llenas de crema hidratante. Una a una, retuerce las rastas, enreda y crece naturalmente sin el uso de cepillos o tijeras. Así es el pelo de Perla del Mar, su hija de 8 años. Pronto, un aroma anuncia que la abuela de Perla ha terminado de filtrar el café y es hora de tomar un descanso.

Guilbe lleva más de una hora trabajando en los mechones de su hija. Es casi el mismo ritual que experimentó durante su infancia en los años 90, excepto que le aplicaron alisadores en el cabello, lo peinaron con un secador de pelo o le colocaron rulos, todo para mantenerlo «bajo control». Cuando ingresó a la universidad cuestionó la imposición del cabello liso con el que crecían las mujeres afrodescendientes y decidió mantener su cabello natural.

Gabriela Meléndez Rivera, GPJ Puerto Rico

Flor-Angel Guilbe Stevens peina el cabello de su hija Perla del Mar en casa. Estas son las herramientas y productos que utiliza la madre en el ritual de enseñarle a su hija a cuidar su cabello natural.

Guilbe, una maestra de preescolar de 36 años que vive en Juana Díaz, es una de las tantas voces en Puerto Rico que, a través de la reconciliación con su cabello y consecuentemente su identidad racial, están practicando una especie de maternidad que celebra la negritud que comienza en la niñez. Ahora, una nueva generación de niños mantiene su cabello natural como expresión de su identidad.

Sin embargo, en algunos entornos escolares y laborales, los peinados asociados con la negritud, como los afros, las rastas o las trenzas, todavía están prohibidos porque se consideran inapropiados, lo que impulsa la legislación para erradicar esta forma de discriminación.

«El alisador se ha quemado»

La abuela de Perla, Amled Stevens, de 66 años, es farmacéutica jubilada. En una foto de ella en una ceremonia de graduación de la escuela primaria (no recuerda si fue para el jardín de infantes o el primer grado), su cabello ya estaba alisado. El recuerdo de su piel no se borra: «El alisador se ha quemado», dice. Su madre, que la llamaba Mami Delma, nunca habló de la posibilidad de tener el cabello natural o afro. Para Stevens, en los años setenta, era raro ver personas con afros en Ponce, el pueblo donde ella creció y donde vive. “Ponce fue extremadamente difícil para los negros. La mayoría de la gente allí era rica y blanca».

Stevens tuvo a su hija a la edad de 30 años. «Era hermosa y muy joven», recuerda. Para peinarse a los 5 años, confió en lo que conocía: un alisador. «Surgió del amor de una madre», afirma Guilbe. «Ella estaba tratando de protegerme basándose en lo que ella entendía que era lo mejor para mí».

En Puerto Rico, donde múltiples razas (indígenas, españolas y africanas) se han mezclado durante siglos, el concepto de negritud es complicado, dice Bárbara Abadía-Rexach, antropóloga, activista y miembro del Colectivo Ilé, una organización decolonial que trabaja para destruir la sistema sistémico. la discriminación racial. «Puerto Rico es un país afrodescendiente, pero no todos son tratados como negros», dice. «Si no se reconoce un problema, no tenemos nada que resolver.»

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Gabriela Meléndez Rivera, GPJ Puerto Rico

Flor-Angel Guilbe Stevens, izquierda, Perla del Mar, centro, y Amled Stevens, derecha, conversan durante un descanso para tomar café. Stevens, la abuela de Perla, siempre se alisaba el cabello; En su infancia, no se hablaba de tener el cabello naturalmente rizado.

El censo de Puerto Rico no preguntó sobre identidad racial hasta el año 2000, cuando comenzó a utilizar el mismo cuestionario que el censo de Estados Unidos. «Aquí se impusieron etiquetas que no se correspondían con nuestra comprensión racial», afirma María Reinat-Pumarejo, educadora, organizadora comunitaria y activista antirracismo.

Ese año, el 81% de la población se identificó como «blanca». Organizaciones antirracismo han lanzado campañas educativas para que, antes de llenar el cuestionario, las personas reflexionen sobre cómo se ha racializado a los puertorriqueños. En consecuencia, en 2010, cuando se volvió a realizar el censo, el número de personas «blancas» disminuyó al 76%. Y en 2020, se redujo al 17%, y la mitad de la población se identifica con «dos o más razas». La categoría censal «negro o afroamericano (solo o juntos)» alcanzó el 18%.

«Los resultados fueron muy significativos: suponen un reconocimiento de la negritud», afirma Abadía-Rexach. El cabello, al igual que el color de la piel, no se puede ocultar. Es uno de los principales marcadores de negrura. Los movimientos por los derechos civiles en Estados Unidos junto con el ir y venir de los puertorriqueños entre el Caribe y Norteamérica incidieron en la aceptación del cabello de los afrodescendientes.

«Nos identificamos como afrodescendientes»

A los 19 años, Guilbe cogió unas tijeras y le cortó las partes alisadas del pelo. El resultado fue un afro corto y rizado. «No me sentí negra hasta que me corté el pelo», dice. Su llegada al campus de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico influyó en su decisión. Allí estudió educación infantil y tomó clases de teatro. María Cotto, «La Cotto», estudiante de teatro y ahora cantante y rapera, solía pasear a su clase con cabello natural. Fue una de las primeras modelos de Guilbe.

Guilbe aprendió a peinarse y peinarse, a hidratar con crema y a fijar perfectamente cada rizo. «Es un proceso de aceptación, de encontrarse a uno mismo y de identificarse como afrodescendiente», dice. De mantener su cabello natural continuó bailando y luego cantando bomba, un género afrocaribeño históricamente interpretado por personas que eran esclavas. Actualmente se ha convertido en una manifestación cultural de los pueblos afrodescendientes. «Una bomba me llevó a empoderarme y crear una identidad», afirma.

Muchas mujeres puertorriqueñas han optado por afirmar y preservar su negritud revalorizando las expresiones culturales, escribe la antropóloga Hilda Lloréns en la revista académica Latin American and Caribbean Ethnic Studies. Lloréns dice que estas manifestaciones, como la bomba, son una forma de resistencia y pueden convertirse en espacios de orgullo.

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Gabriela Meléndez Rivera, GPJ Puerto Rico

Flor-Angel Guilbe Stevens canta bomba junto al grupo Aché de Bomba y Plena en El Imán Bar & Restaurant en Loíza, Puerto Rico. Las tradiciones culturales de Bomba ayudan a crear una comunidad afropuertorriqueña y afirman la identidad de Guilbe.

El movimiento del cabello natural no es nuevo, pero ha ganado popularidad, dice Vimarie Santiago, estilista que trabaja con cabello natural. Santiago dice que la forma en que sus clientas, las madres, cuidan el cabello de sus hijas e hijos «puede desarrollar en ellos el amor por su cabello».

Cuando Guilbe tuvo a Perla, de 28 años, ella soñaba con darle un afro como el suyo, pero no fue así. «Ella sufría cuando teníamos que peinarla y no quería que asociara el cabello con la tortura», dice. Durante sus primeros tres años, el cabello de Perla comenzó a formar rastas y Guilbe decidió dejarlas crecer. Buscó vídeos, aprendió a tratarlos e incluso los adoptó para su propio cabello.

«Tenía miedo de entender y experimentar lo que tú estás experimentando», dice. “Siento que la estoy apoyando en el proceso. Es algo que es muy exclusivo para nosotros. No todo el mundo lo experimenta».

Cabello que va contra la corriente

El 3 de mayo se aprobó el Proyecto de Ley 1282 sin enmiendas para ser votado por la Cámara de Representantes de Puerto Rico. Presentada por Alanis Ruiz Guevara, busca crear «una ley contra la discriminación por motivos de peinado».

Ruiz es un activista que participó en AfroJuventudes, una escuela antirracismo fundada por el Colectivo Ilé y la revista Revista étnica, que crea conciencia sobre las comunidades afrolatinas. Afirmó que no está sola en su experiencia de aislamiento y discriminación. «La gente no entiende que existe una correlación entre nuestro cabello y nuestra identidad. Y tal vez no nacimos con trenzas o rastas, pero tienen una representación espiritual y ancestral”, afirma. Si la Cámara lo aprueba, el proyecto de ley pasará a la oficina del gobernador.

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Gabriela Meléndez Rivera, GPJ Puerto Rico

Flor-Angel Guilbe Stevens, izquierda, y su hija, Perla del Mar, comparten un tierno momento en su casa de Juana Díaz. Guilbe reconoce que no se identificaba visiblemente como negra en su juventud, pero aprecia y se siente orgullosa de que su hija sí lo haga.

“Este proyecto de ley es importante porque los niños y otros jóvenes que crezcan podrán usar sus trenzas y cabello de ascendencia afro, y nunca tendrán que preguntarse si está bien. Podrán apreciar lo que son los negros y sus ancestros sin cuestionarlos», afirma Ruiz.

Líneas de color, letras del abecedario y una frase que dice «Mami es la mejor» decoran las paredes de la casa de Guilbe. Perla lleva sus rastas justo debajo de los hombros. Tiene cinco colores favoritos: rosa, morado, azul, blanco y verde. Bebe café con leche y dibuja arcoíris. No duda en expresarse cuando no está de acuerdo con algo. «Ella se identifica visiblemente como negra», dice Guilbe. “No me identifiqué visiblemente como negro. Lo logré y me siento orgulloso».

Termina de peinar a su hija y le cubre la cara de besos. Perla corre hacia el espejo para recoger las brillantes cuentas rosas tejidas en sus rastas. «Al verla feliz con su cabello», dice Guilbe, «siento que valió la pena ir contra la corriente».



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